La pregunta que todos los jóvenes te plantean cuando dices con naturalidad que tienes fe, que crees en Dios es: "Ya, pero ¿dónde está Dios?" Como queriendo decir "Vale, puede estar muy claro para ti, pero yo no lo he encontrado". Y en el fondo todo el "problema" se centra en que YO encuentre a Dios. "Tu respuesta no me vale, tengo que ser yo el que encuentre a Dios..."

Pero quizá la clave de la vida espiritual consista, precisamente, en darse cuenta que hay que cambiar de sujeto: no se trata tanto de que yo encuentre a Dios, sino de que ÉL me encuentre a mí. Sí, simplemente que yo me deje alcanzar por su sorpresa, por sus trazos, por pequeños destellos de luz que, con el tiempo, puedo ir recomponiendo como mensajes de Dios para mi.
Como dice el Antiguo testamento, esta es la "sabiduría" principal: darse cuenta de que no somos nosotros los protagonistas de esta búsqueda-encuentro, sino el otro, Dios. Es imprescindible tener el coraje de saber que en este camino tú no llevas las riendas (algo que, en nuestra cultura, es casi pecado). Pero es precisamente esto lo que hace hermoso y genial este camino.

Algo así le pasó a san Pablo, que necesitó caerse de un caballo y reconocerse ciego para empezar a "ver" a Dios. Quizá nosotros también estemos demasiado apostados en los caballos de nuestras seguridades, de nuestras modas, de nuestros prejuicios sobre Dios; y necesitemos caernos de todo eso y reconocer que somos ciegos, pero ciegos que BUSCAN, aunque sea a tientas. Ciegos que no podemos saber, porque no está en nuestra mano, cuánto durará esa búsqueda. Pero eso no nos importa, la mera búsqueda ya es el camino, y no nos importa en absoluto que esta búsqueda dure aproximadamente... toda la vida!!!
De hecho, esta búsqueda es la Vida con mayúsculas, la vida "resucitada", la vida con Jesús. Aquí os dejo una fantástica y poco conocida canción de El Canto del Loco, precisamente sobre esto: que no soy yo quien busco la vida, sino que es la Vida la que me busca a mí...
O dicho en palabras de Benjamín González Buelta:

Lo más importante no es:
Que yo te busque, 
sino que tu me buscas en todos los caminos.
Que yo te llame por tu nombre, 
sino que el mío está tatuado en la palma de tu mano.
Que yo te grite cuando me faltan las palabras,
sino que tú gimes en mí con tu grito.
Que yo tenga proyectos para ti,
sino que tú me invitas 
a caminar contigo hacia el futuro.
Que yo te comprenda,
sino que tú me comprendas en mi último secreto. 
Que yo hable de ti con sabiduría, 
sino que tú vives en mi, y te expresas a tu manera. 
Que yo te ame con todo mi corazón 
y todas mis fuerzas, 
sino que tú me amas con todo tu corazón 
y todas tus fuerzas.
Que yo trate de animarme y planificar, 
sino que tu fuego arde dentro de mis huesos.

Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte,... 
si Tú, no me buscas, llamas y amas primero? 
El silencio agradecido, es mi última palabra,
y mi mejor manera de encontrarte.