Durante las próximas semanas, las entradas del blog utilizarán un texto de Mons. Rómulo Emiliani, cmf Obispo Auxiliar de San Pedro Sula (Honduras). Lo hemos "troceado" para poderlo degustar poco a poco y proponer varios temas para la reflexión y oración personal.

En esta primera entrada, te invitamos a dedicar un tiempo para pararte y ver cómo es tu relación con Dios en tu oración, en la Eucaristía, en las celebraciones litúrgicas... ¿Cómo es el Dios con el que te relacionas? ¿Qué tiempos de tu vida le dedicas de forma especial? ¿Vives tu relación con Dios como rutina o intentas que sea algo que se renueve continuamente?

No creo en un Dios que
se complace y adormece con ceremonias de incienso y cánticos casi angélicos pero hechos sin devoción. Tampoco creo en un Dios pendiente de un culto hecho sin pasión y amor y que bendice copiosamente al que más “limosna da al templo” si la intención es solo brillar ante los demás porque “ya recibió su paga”; así como no creo en el Dios que calmaba su ira con sacrificios humanos en los antiguos templos, o que perdonaba pecados por el ofrecimiento sangriento de animales.

Creo en el Dios que es más grande que el universo y no necesita de nuevas ceremonias para sabe que “Él es el que es”.
Creo en un Dios que se complace contemplando la belleza de un niño dormido en un cartón en el piso de tierra de una casa de techo de paja y que le recuerda a su Jesús nacido en Belén.
Creo en un Dios que se encuentra a gusto en la celebración de misa en capilla pobre de un barrio cualquiera, donde el viejo sacerdote y cuatro mujeres, quizá más ancianas que él, balbucean las sagradas fórmulas y rezan por el hijo perdido en el licor o el marido muerto.

(Mons. Rómulo Emiliani)