Jesús en numerosas ocasiones se reunió alrededor de una mesa con sus amigos, discípulos, pecadores, pobres, publicanos,… y compartió pan y vino. Su actitud no fue nada selectiva ni restringida, estuvo abierto a todo tipo de gentes. Jesús supo buscar en ese espacio, un tiempo de intimidad  y cercanía que no se daba en los caminos, las plazas o el monte, porque compartir mesa es poner vida en común. Con esta actitud, nos encontramos con Dios en esta oración rezando con nuestras mesas compartidas, nuestro "ser pan" partido y compartido.


Cuando comulgas oyes decir: “el cuerpo de Cristo”, y tú respondes: “Amén”, es decir, estoy de acuerdo, es verdad. Por tanto sé tú también cuerpo de Cristo para que tu amén sea verdadero. (San Agustín).